miércoles, 13 de febrero de 2008

Mis Ultimas Horas


Salí de casa a las apuradas, pensando en que no podía llegar tarde, estaba todo contado, en el viaje me venia haciendo la cabeza de cómo iba a ser todo, la despedida, el reencuentro. Pensaba en si tenia que empezar a contar las horas desde el viaje, pero no lo hice.
Fueron 6. Digo, mis últimas horas fueron 6. Pensé que podían ser más, pero quería que sean menos y ahora hubiese querido realmente que sean más.
Todo empezó con un lunes atípico porque no solo era el regreso de un fin de semana, con la emoción de volver, sino que también era la vuelta de mis vacaciones, entonces entre besos, abrazos y chistes cortos y sarcásticos empezó la mañana, el conteo inconciente (o mas bien conciente) de mis ultimas horas.
Distendido por demás hice un intento de ponerme hacer lo que tenia que hacer, pero no lo logre y obviamente la situación me llevo a tener que empezar a contar sobre mis vacaciones y averiguar por las del resto. Después de una hora y ver que hacia poco y nada, me asignaron otra tarea, y yo por dentro pensaba que era obvio que en mi despedida tenia que hacer de todo, es la idea de toda despedida, creo.
Ya que la nueva tarea no era de lo que mas me gustaba intente hacerla solamente para no irme peor de lo que estaba, pero volví a fallar, otra vez no pude responder como quizá en algún momento hubiese querido.
Con los oídos con zumbido y ya con total resignación me fui a almorzar, los rumores eran cada vez mas fuerte y en la media hora de almuerzo se hicieron notar mas todavía, era un gran revuelo, algo así como cuando en las películas se pone un helicóptero a la altura de un edificio y ese edificio son todas oficinas y vuelan hojas por todos lados, algo así digamos. Pequeñas reuniones en el comedor y el patio, todo sobre lo mismo, ya al punto de aburrirme. Después del almuerzo cuando los de la tarde ya se hicieron presentes tuvimos todos juntos una reunión, otro embole, aclarar lo que ya todos sabíamos, pero servia para lo que yo quería en ese entonces, apurar los tramites.
Volvimos y por suerte habían pasado varias horas, y el tema de las diferentes tareas no llego a mas, porque después de haber almorzado y tenido la reunión volví a lo mió, y ahí si que el tiempo voló, cuando me quise acordar de la hora ya estábamos en el break, mi ultimo break pensaba, porque según nos habían dicho los candidatos se iban ese día mismo o a lo sumo al día siguiente a la mañana, y podía apostar que todos los números los tenia yo, no había chance de nada. Ese break fue divertido, jugamos muy morbosamente con lo que iba a pasar, o mejor dicho yo jugué muy morbosamente con lo que sabia que me iba a pasar, una costumbre.
De vuelta al box, a subir las escaleras y dejar pasar los últimos 45 minutos del día, los últimos 45 minutos de esas 6 horas de las cuales vengo hablando, los mas crueles, o no, mejor vamos a dividirlo en 40 por un lado y 5 por el otro. Porque esos 40 fueron realmente muy buenos, mates, risas, chistes, poco trabajo, muy distendido aunque los oídos ya me estaban por estallar y el pulso algo temblaba.
Y tuvieron que llegar, esos 5 minutos finales, el grito de mi nombre, las miradas penetrantes de mis compañeros y mi miedo disfrazado de sonrisa, camine lento, como disfrutando el momento, y con la cabeza baja, como perro recién retado.
Entre a un cuarto y las palabras bajaban incesantes, palabras conocidas de posibles pensamientos y maquinaciones que tuve con respecto al tema, sobretodo sabiendo de quien iba a venir, siempre haciendo hincapié en eso, su poca capacidad, su poco tacto. Al lado del que puso la cara y sus pobres palabras, el indeciso, el que estaba del lado del ángel y del diablo a la vez (ángel y diablo únicamente para poner un ejemplo porque ninguno tenia nada de ninguno), ese que estaba poniendo la cara para algo, y supuse y supe por su mirada de disculpas, el corazón para otra cosa.
Un apretón de mano, un casi beso con chiste de por medio, una risa escondida y una sensación extraña. La cara de mis compañeros paso de penetrante a cara de lastima y suertudo a la vez, muy extraño todo, caras que a pesar de conocerlos hace un tiempo nunca las había visto. Estuvo quien lo tomo como quizás yo también lo había tomado, con calma y como si nada hubiese pasado, y quien lo tomo mas para la caída, quien me hizo dar cuenta de la realidad, esas personas que están para hacerte caer, esas que la experiencia las hace estar al tanto de todo enseguida, de las que saben de verdad, las que no te dan tiempo a reaccionar, las que te obligan por suerte a que no pierdas tiempo en eso en un futuro. Estaban también los que no cambian de expresión en la cara pero si la voz, ese tono de madre cuando pasa algo malo, esos que dibujan la cara para que te lo tomes bien pero con la voz de consuelo, así bajito y sereno. También pude encontrar a los colgados de siempre que al día siguiente seguro fueron y no se dieron cuenta que faltaba, que me vieron pasar irme como si nada hubiese pasado, hasta con un “chau, hasta mañana”, y ahí volví a caer, no iba haber mañana, ya estaba, ya habían pasado las 6 horas, esas que yo sabia que iban a ser 6 aunque como dije al comienzo, pensaba que iban a ser menos y ahora quisiera que hubiesen sido mas.
Finalmente pase por el sector miradas, ese ambiente con personas que siempre que pasas te miran, no se para que, pero te miran y en ese momento las miradas parecían 3 o 4 veces mas, hasta pensé que habían contratado gente para que me mire cuando me iba, ¡que delirio!
Termino esa especie de pasillo de hospital y llegue a la puerta blanca, la pase, después me obligaron a entrar a otro lado para explicarme como era el tema del adiós y para recordarme que iba a tener que volver a entrar, una especie de chiste, por fin pude salir y solo me quedaba el botón, la ultima revisada, la puerta de vidrio y la puerta de la reja, así todo rápido, y una vez afuera pude sentir la libertad, el alivio y la melancolía a la vez, todo extraño.
En la vereda de enfrente tuve la despedida, esa que intente hacer rápido ya que necesitaba estar solo, unos besos, unos abrazos, los chistes que nunca faltan, un llamado especial y ahí si, Chau.
Una vez logrado el objetivo busque en el i-pod mi grupo favorito, busque el tema que necesitaba escuchar y solo y en paz espere el estribillo y con el me fui haciendo lo que el mismo dispuso, “voy a caminar, voy a descender, el subte tomar y después veré”.

Francisco A. Cundari