viernes, 11 de enero de 2008

Esa Discusión Con Papá


Fue una tarde igual a esta, por eso me acorde, con sol, caluroso, húmedo, pesado. Yo recién llegaba del trabajo, saturado, agobiado y aunque la música me acompaño todo el viaje, sin ganas de escuchar a nadie ni nada. Me senté en el jardín a jugar con el perro, que aunque me fastidiaba cuando me rayaba, me gustaba jugar igual. En eso entra mi papá, otra vez con su sonrisa y sus muchas ganas de chistar, yo enseguida lo mire y me ataje a lo que supuse que quería hacer, mi atajo fue en vano porque lo hizo igual y ahí empezó la discusión, no era una mas, era realmente una discusión. A mi no me había ido bien en mi trabajo porque estaba arto de cosas que pasaban ahí adentro y que no podía cambiar porque no era nadie como para hacerlo, entonces descargue con el primer cable que encontré y que sabia que no daba patada, mi papá. La discusión me pasó, me pase y me fui disparado para mi habitación donde reflexione sobre las discusiones que tenia seguidamente con mi papa, aunque no nos llevábamos mal, al contrario, teníamos buena relación, él siempre intentaba integrarse a todo lo que yo hacia y yo a lo que él hacia, él con mi rugby y mi música, yo con su náutica y su arquitectura.
Y creí que justamente era eso, que nos llevábamos bien y que yo en realidad me fastidiaba con él porque quería ser como él y no podía, no lograba alcanzarlo, algo así como un ídolo alcanzable pero al cual no podía alcanzar tampoco, y mi orgullo que siempre colabora para el lado que no tiene que colaborar, y mis estallidos constantes que me hacen enojar hasta a mi mismo.
Dentro de mi reflexión entro algo con lo que aun juego en mi pensamiento, era la idea de pensar que un padre no puede saber lo que hace su hijo constantemente, por el simple hecho de estar sobre el, y que a todos nos cuesta mirar hacia abajo y mas hacia atrás, porque siempre encontramos algo que no nos gusto, algo que nos daño, o simplemente cosas que preferimos dejar atrás para no verlas, para no acordarnos, y que sin embargo mi viejo lo hace, mira hacia atrás, solamente para advertirme a mi de sus errores, o sea, que no solo lo hace sino que encima se acuerda de lo que seguramente no tiene ganas de acordarse, y solamente para decírmelo a mi, para guiarme, para que no cometa sus errores, aunque cada vez que él lo haga yo lo saque a los ladridos haciéndome el que se todo, cuando por lo menos una vez al mes (por no decir semana por medio y menos una vez por semana) digo: “uy!, de esto ya me había hablado mi viejo”, y aunque cada vez que me equivoque él mire con cara de “te tenes que equivocar, son cosas de la vida, de las cuales uno aprende”